Disruptores endocrinos: necesitamos reformar el sistema para proteger la salud y el medio ambiente

07 Ene 2019

Europa sabe que los disruptores endocrinos son sustancias peligrosas desde 1999. Pero casi treinta años después de que la comunidad científica diera la voz de alarma, sigue sin proteger adecuadamente a sus ecosistemas y habitantes frente a estos tóxicos.

Esta tribuna de ctxt, escrita por Dolores Romano, responsable de Políticas de Sustancias Químicas de Ecologistas en Acción, explica las razones de esta falta de acción frente a los disruptores endocrinos:

Pesticidas peligrosos. AUSTIN VALLEY. Fuente Revista Ctxt.

Disruptores endocrinos: necesitamos reformar el sistema para proteger la salud y el medio ambiente

Las sustancias que son capaces de alterar el sistema hormonal, unas 1500 según la literatura científica, se encuentran en productos industriales, pesticidas, plásticos, cosmética, textiles y productos de higiene

Desde que la comunidad científica identifica que una sustancia es tóxica hasta que los responsables políticos toman la decisión de regularla suelen pasar entre veinte y treinta años.  En los años 90 del siglo XX saltaron las alarmas científicas sobre un grupo de sustancias químicas, denominadas disruptores endocrinos, capaces de afectar al sistema endocrino, ocasionando el declive de poblaciones de animales silvestres e importantes patologías y enfermedades en las personas.

La exposición de la población a disruptores endocrinos está relacionada con daños al sistema reproductor (malformaciones, infertilidad, endometriosis, pubertad precoz, etc.), cánceres hormono dependientes (mama, próstata, testículos, tiroides, etc); daños al neurodesarrollo (reducción del coeficiente de inteligencia, hiperactividad) y al sistema inmunológico y al metabolismo (obesidad y diabetes), entre otras enfermedades.

Las sustancias que son capaces de alterar el sistema hormonal, unas 1500 según la literatura científica, no solo se encuentran en productos industriales, también se pueden encontrar en pesticidas, fragancias, plásticos (envases, juguetes,…), cosmética, textiles  o productos de higiene entre otros. Esto es, estamos expuestos a mezclas de estas sustancias en nuestra vida diaria a través de la alimentación y el contacto con productos y artículos de consumo.

DESDE QUE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA IDENTIFICA QUE UNA SUSTANCIA ES TÓXICA HASTA QUE LOS RESPONSABLES POLÍTICOS TOMAN LA DECISIÓN DE REGULARLA SUELEN PASAR ENTRE VEINTE Y TREINTA AÑOS

La alarma de la comunidad científica y de la población de los países nórdicos europeos llevó a la reacción inmediata de sus gobiernos, lo que desencadenó la publicación de una Estrategia Europea para abordar el problema en 1999. También se dio prioridad a la investigación sobre estas sustancias en los programas científicos europeos, se regularon los usos industriales de estas sustancias (Reglamento REACH) en 2006 y  se prohibió su uso como plaguicidas en 2009.  ¡En veinte años se había conseguido regular, al menos algunos usos de este grupo de sustancias tóxicas!

Pero toda norma requiere su puesta en práctica, y la industria química no tardó en idear formas de paralizar la aplicación de la normativa sobre disruptores endocrinos: bloqueando y retrasando la aprobación de los criterios que definen qué sustancias tienen que ser reguladas, incluyendo la desregulación de los disruptores endocrinos en la negociación del Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones, consiguiendo quitar la responsabilidad sobre el tema a la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea para dársela a la de Salud y Seguridad Alimentaria, más cercana a los postulados de la industria.

La última estrategia para dilatar la prohibición de estas sustancias ha sido la decisión de la Comisión de revisar la normativa relacionada con los disruptores endocrinos como parte de su  programa “Legislar mejor”, cuyo objetivo es simplificar la legislación europea y eliminar cargas innecesarias para la industria. Un nuevo proceso que llevará varios años.

Entre tanto, los países europeos más preocupados por la salud de la población y el medio ambiente (Suecia, Dinamarca, Francia), el Parlamento Europeo, la comunidad científica, sindicatos, organizaciones de consumidores y organizaciones ecologistas hemos plantado cara a la industria química. Por ejemplo, hemos evitado que se modificara el Reglamento de plaguicidas, hemos conseguido la restricción de algunas sustancias en artículos de consumo (algunos ftalatos, nonilfenoletoxilatos, el uso del bisphenol-A en papel térmico), y hemos logrado que algunos países europeos, empresas y municipios adopten medidas para evitar estas sustancias. En España 15 municipios han aprobado mociones para reducir la exposición de su población y medio ambiente a contaminantes hormonales. Así, el Ayuntamiento de Madrid ha puesto en marcha medidas para evitar el uso de estas sustancias y el Ayuntamiento de Zaragoza está realizado una campaña de información ciudadana con recomendaciones para reducir la exposición a sustancias tóxicas.

EN ESPAÑA 15 MUNICIPIOS HAN APROBADO MOCIONES PARA REDUCIR LA EXPOSICIÓN DE SU POBLACIÓN Y MEDIO AMBIENTE A CONTAMINANTES HORMONALES

A día de hoy, casi treinta años después de que la comunidad científica diera la voz de alarma, la población y el medio ambiente seguimos expuestos a estas sustancias. Ecologistas en Acción ha destapado la amplia presencia de mezclas de disruptores endocrinos en los ríos y en los alimentos en España. Cada semana se publican decenas de artículos científicos que evidencian nuevos efectos sobre la salud. Por ejemplo, un estudio muy reciente muestra que la exposición in útero a ftalatos (un grupo de sustancias presentes en plásticos blandos, fragancias o pinturas) pueden dañar el desarrollo del habla y lenguaje.

La comunidad científica también ha desvelado que es más importante el momento en el que se está expuesto a estas sustancias, que las dosis a la que se está expuesto. Así, la exposición a disprutores endocrinos durante el desarrollo embrionario y fetal en el útero materno, durante la infancia y la adolescencia, cuando el organismo se está desarrollando, son etapas de la vida especialmente sensibles. La exposición a estas sustancias durante estos periodos está relacionada también con graves enfermedades que aparecen durante la edad adulta, por ejemplo el cáncer de mama. Los investigadores también han desvelado que la exposición a mezclas de concentraciones muy bajas de estas sustancias, concentraciones que se consideran seguras para sustancias individuales, puede ocasionar graves daños a la salud.

Esto es, el conocimiento generado a lo largo de los últimos treinta años sobre estas sustancias nos indica que el marco regulatorio existente no nos protege frente a los graves riesgos de estas sustancias químicas.

Necesitamos un nuevo marco regulatorio y político que prohíba rápidamente las sustancias disruptoras endocrinas, que acelere el desarrollo e implantación de alternativas respetuosas con la vida, que garantice la información sobre las sustancias químicas presentes en artículos y productos de consumo, en los alimentos y en el agua y que impulse la formación de médicos y enfermeras sobre enfermedades ambientales y cómo prevenirlas. Quizás las próximas elecciones sean un buen momento para pedir este nuevo sistema a las formaciones políticas.

Entretanto, nuestra recomendación es reducir todo lo posible nuestra exposición a sustancias químicas (pesticidas, fragancias, cosméticos, plásticos (envases, juguetes…), sobre todo de mujeres jóvenes y embarazadas, niños y adolescentes.

Fuente: Tribuna del 26/12/2018 de la revista Ctxt.

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